¿Te has dado cuenta de lo desagradable que te resulta una persona cuando te habla con brusquedad?
Pues haz a los demás lo que quisieras que hicieran contigo.
Aún cuando tenga que hacer alguna represión, hazlo con calma y educación, como fueran tus deseos si debieran reprenderte cuando yerres.
Acuérdate de que es común que nos odien o nos amen, dependiendo de nuestro tono de voz al expresarnos.
No digas que, en su lugar, lo harías mejor. Porque hasta que no ponemos a prueba nuestra fuerza, no estamos seguro de lo que seríamos capaces. Tal vez harías cosas peores sí ocuparas su lugar. Trata de disculpar porque desconocemos las situaciones en que están los que, en sus hombros, llevan el peso de la responsabilidad pública.