Nuestros enemigos son los pensamientos erróneos que todos tenemos y que lanzamos al aire atrayendo pensamientos semejantes en el prójimo.
En realidad, nadie puede ser enemigo nuestro, porque Dios habita en cada uno de nosotros.
Anula las enemistades emitiendo pensamientos de tolerancia y de amor hacia todas las criaturas, que son templos de Dios.
No digas que, en su lugar, lo harías mejor. Porque hasta que no ponemos a prueba nuestra fuerza, no estamos seguro de lo que seríamos capaces. Tal vez harías cosas peores sí ocuparas su lugar. Trata de disculpar porque desconocemos las situaciones en que están los que, en sus hombros, llevan el peso de la responsabilidad pública.