Una palabra oportuna, una sonrisa de aliento, un pensamiento edificante son, la mayoría de las veces, el comienzo del éxito de los que nos rodean.
Cuando veas tristeza o preocupación, trata de ayudar.
Si no está en tus manos hacer algo, habla.
Si no puedes hablar, al menos piensa profundamente y desea la felicidad, que ell@ alcanzará su objetivo.
¡Ayuda siempre!
No digas que, en su lugar, lo harías mejor. Porque hasta que no ponemos a prueba nuestra fuerza, no estamos seguro de lo que seríamos capaces. Tal vez harías cosas peores sí ocuparas su lugar. Trata de disculpar porque desconocemos las situaciones en que están los que, en sus hombros, llevan el peso de la responsabilidad pública.