No condenes ni arremetas contra quien se equivocó: enciende con tu ejemplo una lucecita en su camino.
La mejor ayuda que podemos dar a los demás es mantener encendida nuestra luz.
Nuestro ejemplo les servirá de norte, y les permitirá ver el camino que sube.
No digas que, en su lugar, lo harías mejor. Porque hasta que no ponemos a prueba nuestra fuerza, no estamos seguro de lo que seríamos capaces. Tal vez harías cosas peores sí ocuparas su lugar. Trata de disculpar porque desconocemos las situaciones en que están los que, en sus hombros, llevan el peso de la responsabilidad pública.