Medita en tus responsabilidades ante el mundo y ante Dios.
De ti dependen las personas que te rodean: en la familia, en el trabajo, en la sociedad.
No huyas de las responsabilidades que asumiste.
Realiza tu trabajo con amor, produciendo lo más que puedas y lo que te permita tus fuerzas.
En tus manos está una parte del futuro de la humanidad.
No digas que, en su lugar, lo harías mejor. Porque hasta que no ponemos a prueba nuestra fuerza, no estamos seguro de lo que seríamos capaces. Tal vez harías cosas peores sí ocuparas su lugar. Trata de disculpar porque desconocemos las situaciones en que están los que, en sus hombros, llevan el peso de la responsabilidad pública.