Evita los términos impropios y las anécdotas de mal gusto.
Piensa que lo que hablamos queda en nuestra atmósfera mental atrayendo a los que piensas del mismo modo y que entrarán a conformar el círculo normal dentro del cual nos movemos.
No ofendas con palabras vulgares a Dios, al Poder Superior o...
La buena educación también se manifiesta en las palabras con que nos comunicamos.
No digas que, en su lugar, lo harías mejor. Porque hasta que no ponemos a prueba nuestra fuerza, no estamos seguro de lo que seríamos capaces. Tal vez harías cosas peores sí ocuparas su lugar. Trata de disculpar porque desconocemos las situaciones en que están los que, en sus hombros, llevan el peso de la responsabilidad pública.